El valor de la subjetividad
Si se tuviera que hacer una guía de cómo ser amigo de
Sebastián Kawashita, se tendría que escribir un capítulo dedicado a “intereses”
y en él se subdividiría en temas como comics, cine, videojuegos y lucha libre.
Pues sí, estos temas han sido de mi interés desde que tengo memoria. Gran parte
de mis experiencias más divertidas se deben a estos intereses. Pero como todos
los seres humanos compartimos gustos y afines diversos, no todos en mi entorno
están de acuerdo en estos temas como entretenidos. Es más, muchos me tildaron
como idiota o fracasado solo por seguir una serie o película X.
Ya se imaginarán cómo era la vida escolar de un niño que se
moría por ver la última entrega de Star Wars o que prefería acabar Metal Gear
Solid un sábado por la noche o que disfrutaba más un Wrestlemania que un
mundial de fútbol.
Las personas a mi alrededor tenían sus argumentos para
decirme que mis gustos eran tontos. “Qué inmaduro eres”, “ya abúrrete”, “eso es
monse”, etc. Jamás dije que estos argumentos son válidos, solo menciono que
ellos tenían sus razones para creer en lo que decían. Pues descubrí muy tarde
que tanto ellos como yo teníamos (y seguimos teniendo) la razón para defender
nuestros gustos. Por ejemplo, medio mundo se burlaba de mí porque Star Wars era
como religión para mí. “No me gusta, es que es muy fantástico” me decían. Bien,
según sus gustos el cine no debería ser de fantasía y ciencia ficción, ellos
disfrutan “cosas de verdad” (lo pongo entre comillas porque a fin de cuentas el
cine es siempre ficción… pero ese es un tema debatible para otro momento). El
problema radica cuando ellos juran que su opinión es una verdad absoluta. ¿Es
acaso una película de ciencia ficción mejor o peor a otro género audiovisual
(pese a que la ciencia ficción no es un género) porque no se asemeja a la
realidad? No. Creo yo que el éxito de una película no depende del género sino
de múltiples factores (que también es otro tema del cual hablaré
eventualmente).
Aquellos argumentos que se utilizan para atacar una
preferencia puede contrarrestarse con su misma naturaleza. “No me gusta porque
es mucha ficción” dice el argumento. ¿Y quién dijo yo que quiero ver algo
cotidiano? Podría preguntar a manera de respuesta ¿no creen?. Así como yo puedo
decir que me aburre el futbol porque “no veo acción”, según mi punto de vista,
un futbolero podría decirme cómo no veo la acción si está ahí mismo en la
jugada. Nos damos cuenta que cuando se trata de subjetividad, no existe “el mío
es mejor por esto, aquello y lo otro”. Sólo existe el “me gusta eso por esto,
aquello y lo otro”.
Y hablando sobre el menosprecio de temas como historietas o
películas de ciencia ficción, he descubierto una gran paradoja. La persona
promedio probablemente siente una aversión por los comics. Claro, debe ser muy
“freaky” o anticuado; ¿pero cuantas de esas personas hicieron una cola
interminable para ver Los Vengadores? ¿Cuántos de ellos le tomaron una foto a
la pantalla grande mientras veían Iron Man 3? ¿Por qué leer un comic es
considerado subnormal pero es todo lo contrario ver un largometraje que tiene
el mismo contenido?
Si creen que mi intención es decir que mis gustos son
superiores a las preferencias del resto, pues no, no es esa la intención. Porque
como lo mencioné antes, los argumentos para atacar los gustos de alguien no
sirven para crear verdades absolutas. La subjetividad es precisamente manejar
distintos tipos de perspectivas y maneras de apreciar algo. No está sujeto a un
manual que indique lo bueno o lo malo, cada quien tiene sus preferencias.
Así que si son de aquellas personas que juzgan a los demás
por sus gustos por más bizarros que sean, detengan su coche un momento y
pónganse a pensar si sus preferencias no son también “extrañas” para otros. ¿En
qué momento nos autodenominamos dueños de la verdad? Eso lo dejaré también como
tema de discusión para otra circunstancia.
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