jueves, 20 de marzo de 2014

Víctima de un ¿robo?

Víctima de un ¿robo?


Yo sé que me falta mucha “calle” para aprender a vivir en un ciudad que cada día se esmera por ser más peligrosa, pero me gustaría compartir lo siguiente. Estaba en el micro de Kejvidsa, placa AOV 787 ruta EO 54 (Carabayllo – La Molina) entre las 4:45 de la tarde. Pasando la Av Brasil, estábamos unos cuatro o cinco pasajeros más el cobrador y el chofer. El conductor se baja y todos disfrutamos el buen silencio (si es que existe este “elemento” como tal en las calles de Lima).

Instantáneamente se sube un sujeto y grita algo que no logro recordar en este momento para llamar nuestra atención. Ese hombre saluda con mucho carisma al chofer (para esto, segundos atrás el cobrador había abandonado el vehículo) quien le responde de la misma manera. Entre los recuerdos vagos que tengo del momento, el chofer le dice algo así como “no le vayas a meter el floro de que eres choro” o algo así. No presté atención a lo que el hombre decía (por eso tengo remembranzas débiles al respecto) pero se notaba que no se trataba de un limosnero cualquiera. Podía ser muy carismático con su manera de tratar a sus “clientes” pero al mismo tiempo pronosticaba que no se trataba de alguien plenamente amable. Yo escuchaba música como para ignorarlo pero este señor tiene la “decencia y educación” de quitarme uno de los audífonos del oído para prestarle atención. Su discurso era el de hombre que había sido malo, que venía de prisión, que quería hacer las cosas “bien”; pero todo eso era una metáfora para amenazarnos, dándonos a entender lo que él era capaz de hacer si no colaborábamos.

Una vez terminado su discurso se acerca a cada pasajero y les entrega inmediatamente un caramelo. A mí me dio un trato más especial, me da un bolso y me dice “pon tu celular” mientras me daba la espalda y recogía alguna propina. Me hice el loco, digo, si realmente me estuviera robando ya habría sacado un arma y me estaría amenazando. Sin embargo, el miedo por lo desconocido estaba ahí. Sí, admito que mi corazón palpitaba más de lo normal. Se voltea a mí y me dice “ya, pon tu celular”. En un intento de hablar sarcásticamente sonreí y le dije no. Pero le di una moneda de cinco soles y le devolví su caramelo. El limosnero bajó y el chofer más el conductor estaban de lo más normal, como si nada hubiera sucedido con los pasajeros. Claro que estos reclamaron, cómo es posible que tanto el chofer como el cobrador permitieran que personas como estas entraran y amenazaran a los pasajeros. Un transporte público, además de cumplir con sus deberes de respetar las leyes de tránsito, debe velar por la seguridad de sus clientes ¿no creen?.

“Oye Sebas, no sea llorón, no te robaron nada”, dirán ustedes. Pues dependiendo de la definición de la robar que manejen ustedes se puede interpretar esta situación como un crimen o no.  Según la RAE, robar es “Quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno.” Bajo este concepto, pareciera que no hubo robo ¿cierto?. Pero analícenlo bien, dice “con violencia”. La violencia no es sólo física, sino pregúntenle a los que sufren de bullying por medio de insultos verbales. Y eso que decía el señor “limosnero” eran amenazas. ¿O es que acaso decir que ya le cortó la cara antes a alguien es una manera de decir que no lo volverá a hacer? Y si es que este argumento no los convence, tienen aquí otra enunciación de la palabra robo: Tomar para sí lo ajeno, o hurtar de cualquier modo que sea. Este sujeto tomó para sí lo ajeno, mí dinero. Porque si él hubiera pedido limosna como alguien honrado y yo le hubiera entregado el dinero habría sido un acto caritativo. Pero no, él utilizó una manipulación amenazante verbal para obtener lo que quería.

No, no me robaron mi celular, me robaron cinco soles. “¿Solo cinco soles Sebas? ¿Tanto escándalo? Agradece que no te hicieron nada”, podrá decir uno. Pues nos hemos malacostumbrado a vivir siempre con el temor del crimen y lo “mejor” que te puede suceder es que llegues vivo a casa, sano y salvo o que a lo mucho te hayan robado algo. Y con esta situación se demostró que vamos de mal en peor. Que podemos conseguir lo que queramos con la violencia. Que el crimen nunca paga.

Sé que con esta nota no lograré que ese ratero pague por sus crímenes, pero podemos empezar por algo: el cobrador y el chofer. Ellos no son ladrones pero el simple hecho de conocer al perpetrador y permitir que entre al vehículo los hace cómplices y son tan culpables como el ratero mismo.

Sí, me encantaría poder denunciar a la línea de transportes (insisto: Kejvidsa, placa AOV 787 ruta EO 54 entre las 4:45 de la tarde aproximadamente), es más si alguien supiera cómo realizar una denuncia de esta naturaleza le pediría que me resuelva esas dudas. Pero si no es posible, al menos quisiera que (si es que están convencidos de lo que digo) divulguen este caso. Yo sé que lo que me ha sucedido no es nada comparable con lo que otros hayan podido haber sufrido. Pero si podemos utilizar este medio como reflexión y como denuncia contra un país que, y reitero de nuevo, se esmera por empeorar en cuanto a criminalidad y violencia, entonces sentiré que habré aportado mi granito de arena.


Y por si lo olvidaron, se los repito una vez más: Kejvidsa, placa AOV 787 ruta EO 54 (Carabayllo – La Molina) entre las 4:45 de la tarde.

miércoles, 12 de marzo de 2014

El valor de la subjetividad

El valor de la subjetividad


 Esta nota la estoy redactando muy tarde. Siendo más exacto, debí escribir esto hace 9 años pero no tenía el medio para hacerlo, ni tampoco el raciocinio para hacerlo y ni qué decir de mi pobre capacidad para redactar.  Pero nunca es tarde para sacar algunas verdades.

Si se tuviera que hacer una guía de cómo ser amigo de Sebastián Kawashita, se tendría que escribir un capítulo dedicado a “intereses” y en él se subdividiría en temas como comics, cine, videojuegos y lucha libre. Pues sí, estos temas han sido de mi interés desde que tengo memoria. Gran parte de mis experiencias más divertidas se deben a estos intereses. Pero como todos los seres humanos compartimos gustos y afines diversos, no todos en mi entorno están de acuerdo en estos temas como entretenidos. Es más, muchos me tildaron como idiota o fracasado solo por seguir una serie o película X.

Ya se imaginarán cómo era la vida escolar de un niño que se moría por ver la última entrega de Star Wars o que prefería acabar Metal Gear Solid un sábado por la noche o que disfrutaba más un Wrestlemania que un mundial de fútbol.

Las personas a mi alrededor tenían sus argumentos para decirme que mis gustos eran tontos. “Qué inmaduro eres”, “ya abúrrete”, “eso es monse”, etc. Jamás dije que estos argumentos son válidos, solo menciono que ellos tenían sus razones para creer en lo que decían. Pues descubrí muy tarde que tanto ellos como yo teníamos (y seguimos teniendo) la razón para defender nuestros gustos. Por ejemplo, medio mundo se burlaba de mí porque Star Wars era como religión para mí. “No me gusta, es que es muy fantástico” me decían. Bien, según sus gustos el cine no debería ser de fantasía y ciencia ficción, ellos disfrutan “cosas de verdad” (lo pongo entre comillas porque a fin de cuentas el cine es siempre ficción… pero ese es un tema debatible para otro momento). El problema radica cuando ellos juran que su opinión es una verdad absoluta. ¿Es acaso una película de ciencia ficción mejor o peor a otro género audiovisual (pese a que la ciencia ficción no es un género) porque no se asemeja a la realidad? No. Creo yo que el éxito de una película no depende del género sino de múltiples factores (que también es otro tema del cual hablaré eventualmente).

Aquellos argumentos que se utilizan para atacar una preferencia puede contrarrestarse con su misma naturaleza. “No me gusta porque es mucha ficción” dice el argumento. ¿Y quién dijo yo que quiero ver algo cotidiano? Podría preguntar a manera de respuesta ¿no creen?. Así como yo puedo decir que me aburre el futbol porque “no veo acción”, según mi punto de vista, un futbolero podría decirme cómo no veo la acción si está ahí mismo en la jugada. Nos damos cuenta que cuando se trata de subjetividad, no existe “el mío es mejor por esto, aquello y lo otro”. Sólo existe el “me gusta eso por esto, aquello y lo otro”.

Y hablando sobre el menosprecio de temas como historietas o películas de ciencia ficción, he descubierto una gran paradoja. La persona promedio probablemente siente una aversión por los comics. Claro, debe ser muy “freaky” o anticuado; ¿pero cuantas de esas personas hicieron una cola interminable para ver Los Vengadores? ¿Cuántos de ellos le tomaron una foto a la pantalla grande mientras veían Iron Man 3? ¿Por qué leer un comic es considerado subnormal pero es todo lo contrario ver un largometraje que tiene el mismo contenido?

Si creen que mi intención es decir que mis gustos son superiores a las preferencias del resto, pues no, no es esa la intención. Porque como lo mencioné antes, los argumentos para atacar los gustos de alguien no sirven para crear verdades absolutas. La subjetividad es precisamente manejar distintos tipos de perspectivas y maneras de apreciar algo. No está sujeto a un manual que indique lo bueno o lo malo, cada quien tiene sus preferencias.


Así que si son de aquellas personas que juzgan a los demás por sus gustos por más bizarros que sean, detengan su coche un momento y pónganse a pensar si sus preferencias no son también “extrañas” para otros. ¿En qué momento nos autodenominamos dueños de la verdad? Eso lo dejaré también como tema de discusión para otra circunstancia.