sábado, 20 de septiembre de 2014

El capítulo 21

El capítulo 21



¿Sabían ustedes que la novela de La Naranja Mecánica estaba dividida en 21 capítulos pero la edición estadounidense solo tenía hasta el número 20? Además, la versión cinematográfica tiene como base la versión incompleta.

Asumo que deben haber visto la película (entenderé si no leyeron el libro pero perderse del largometraje debería ser considerado un crimen) así que iré directo a lo que narraba el capítulo perdido: una vez que Alex DeLarge se “cura” del tratamiento Ludóvico y es capaz de decidir por cuenta propia, retorna a su vida como malandrín junto a un nuevo grupo de vándalos. Sin embargo, Alex va perdiendo el placer de causarle daño al otro. Se encuentra con un viejo amigo con el que cometía fechorías; este se había casado y vivía una nueva etapa. Es ahí que “el humilde narrador” decide dar el siguiente paso y madurar.

No es gratuito que este final coincida justo con el capítulo 21. Según la introducción que leí en la edición que compré (que dicho sea de paso debo buscar porque está como 4 años desaparecido junto con “No es País para Viejos”), para algunos países la edad de 21 es considerado el inicio de la adultez/madurez, así como en el Perú la mayoría de edad empieza a los 18.

Bueno, ya cumplí 21, así que si a los 18 no alcancé ese estado de madurez ahora es el momento.

Pero, ¿qué es ser maduro?

De pequeño me introdujeron ese concepto en mi mente en tantas ocasiones que ya se convirtió en parte de mi forma de ser; sin embargo, nunca entendí a ciencia cierta su definición. Lo aprendí a manera de repetición pero nunca de comprensión.

Lo primero que se me viene a la mente es una frase que recuerdo vagamente, quizás la habré escuchado en una serie de televisión o en una película: no siempre se tiene lo que se quiere, y a eso se le llama madurar.

Entonces, ¿madurar significa resignarse a todo? Yo diría que se orienta más al hecho de reconocer que los sucesos se dan en su momento o que sucederán cosas mejores. Y no, no digo que está mal insistir cuando se busca algo, en caso contrario nos convertiríamos muy conformistas; pero es importante reconocer cuándo estamos forzando algo que no avanzará por más que empujes.

Trataré de entender la madurez según mis experiencias estudiantiles. Llegó una etapa escolar en la que mis padres no regulaban las horas que pasaba jugando videojuegos. “Ya eres un chico grande como para que estemos detrás de ti diciéndote que pares”. Puedo deducir entonces que mis papás me daban todo el control de mi vida. Yo decido cuánto jugar y cuánto estudiar. Yo decido qué hacer y qué no hacer. Por ende, podríamos relacionar madurez con la capacidad de elección, ¿verdad?

No obstante, todos somos capaces de elegir (bueno, excluyamos a los que se encuentran en, cierto sentido, estado de esclavitud o bajo órdenes superiores). Todos decidimos si vamos a ir al trabajo/estudio o si permanecemos en casa. Todos decidimos entre comer algo saludable como una fruta o digerir una hamburguesa. ¿Madurez implica solo la capacidad de elección?

Asumo que aquí entra el tema de qué decidimos. Si yo decidía gastar mi tiempo en los videojuegos y no en prepararme para algún examen, ¿sería maduro? Asumo qué cosa responderán.

Así que somos capaces de definir la madurez como la capacidad de elegir y de manera correcta. Y con correcto me refiero a aquello que nos haga mejores personas o que nos beneficie a largo plazo. Claro, según el Utilitarismo buscaremos reducir el dolor y buscaremos el placer. Pero existen placeres espontáneos y dolores que llevan a la satisfacción a futuro. Los videojuegos me alegrarán la tarde o noche (según las horas de vicio que le dedique) pero, ¿a dónde me llevarán? Salvo, claro, que sea un prodigio y gane torneos de esta índole, cosa que no soy. Pero si me preparaba bien para mis exámenes, aprobaba mis cursos, aprendía materias que, eventualmente, aplicaría en la universidad; y si no, entonces me ahorraría las clases de recuperación en caso que jalara un curso. De una u otra forma todo lo que hacía me beneficiaba en un tiempo venidero.

Compliquemos la situación e involucremos el nosotros. Si elijo hacer/tener algo que me beneficia pero a otro lo perjudica, ¿es eso actuar de forma madura? Usemos un término de Kant apropiado para la ocasión: el imperativo categórico, “obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. ¿Desearía yo que la situación se invirtiera y, más bien, sea yo el perjudicado por la felicidad del otro? No, ¿verdad? Lo adecuado es llegar al término medio en el que el otro y yo seamos medianamente satisfechos, porque, efectivamente, para que ambos estemos de acuerdo, cederemos algunos placeres.

Pero, el Utilitarismo propone también que el rechazo al placer está bien justificado siempre y cuando el placer o felicidad sea para otro. Y si se tiene a un número grande de personas, entonces se debe escoger la opción que beneficie a la mayoría.

¿Qué hacemos entonces?

Propongo algo con lo que he tratado de vivir desde que tengo noción de lo bueno para mí y para el resto. Escojamos lo mejor para nosotros en largo plazo; en caso de caer en una disyuntiva con el otro, optar por el término medio  que beneficie por igual a todos. Y si la situación se complica y no es posible el término, ceder el placer al otro (siempre y cuando no atente contra tu vida o moral). Sí, lo sé, es complicado. ¿Por qué le entregaría mi oportunidad de ser feliz al otro?

He aquí una cuestión que no voy a profundizar en esta ocasión. Yo lo llamo “ser mejores personas”. ¿Y qué implica ser mejores personas? Pues es tomar la decisión difícil que nadie podría tomar. Y las decisiones difíciles implican el sacrificio propio.

Sí, es cierto, extraño amanecerme jugando Nintendo Gamecube o pasándome todo el verano yendo a la piscina. Extraño la niñez cuando no tenía que preocuparme por el futuro. Extraño el salir al cine todos los fines de semana o ver todos los Raw y Smackdown un sábado por la tarde. Y también admito que es algo atrevido y conchudo que yo les dé una clase sobre qué es ser maduro. Debo ser sincero y decir que con el paso del tiempo no me he atrevido a hacer los actos más mínimos por ayudar al otro. Y siento que debo cambiar eso en mí. No porque los 18 años impliquen ser adulto, no porque 21 años ya son la prueba de crecer; sino porque el mundo necesita de gente grande, de personas que tomen la decisión correcta.


Algunos dirán que mi capítulo 21 comenzó antes de tiempo, otros que me faltan muchas páginas para llegar a él. Yo digo que todos debemos empezar a vivirlo. Que una edad no determine la madurez, que sea nuestra actitud sobre nosotros y el resto.

Una de mis escenas favoritas de todo los tiempos. Alex estaba curado de su imposibilidad de elección, ¿pero era una persona sana?