Por muchos años mejores
Es
bonito desearle al mundo un mejor año, como si los días y los meses fueran
responsables de lo bueno o malo que se desarrolle en nuestras vidas. Sí, es una
costumbre que debe tener miles de años de tradición y la seguiremos repitiendo
por inercia.
Ahora,
como se habrán percatado desde hace unos años, si algo está escrito en una de
mis notas de Facebook o mi blog puede tratarse de una crítica de un
largometraje, una historia que se me vino a la mente porque sí o una crítica
hacia la manera de pensar o actuar hoy en día.
Pues
tengo muchas películas que analizar y reseñar, pero ninguna se relaciona con el
tema que tengo planeado hablarles; mucho menos tengo un cuento que narrarles
con el tema de conversación de esta nota como eje argumental. Entonces, asumo
que haré alguna especie de reclamo, crítica o reflexión al respecto.
¿Estoy
reclamando sobre las personas que saludan por año nuevo? No, insisto como al
inicio de la nota, es considerado desearle lo mejor a alguien por los nuevos
365 días que se vienen. El problema empieza con la malinterpretación de los
buenos deseos o la verdadera esencia de las palabras que las transmiten.
Si
yo digo feliz año nuevo o les deseo un buen año, ¿qué estoy queriendo decir?
Que simplemente espero que este nuevo año sea bueno para todos. ¿Pero cómo
estas palabras lo describen? Quizás me equivoque pero yo lo interpreto como si
deseara que el tiempo sea el elemento responsable de las buenas “cosas” que les
ocurrirá (o podría ocurrir).
Sin
embargo, estamos cometiendo un gravísimo error. El tiempo no es una causa o
razón de lo bueno o malo que nos pueda suceder. El tiempo es como una especie
de recipiente donde se coloca todos los eventos o situaciones y que nos permite
medirlos según la cantidad de espacio no físico que abarca. Véanlo de la
siguiente manera, el tiempo es como un medio de transporte público intangible
que viaja por un espacio invisible y en el que se suben o bajan todos los
sucesos que nos ocurran sean por acción propia o causalidades de la vida.
Obviamente una vez que el transporte llegue a su último paradero, nuestro
momento en la tierra desaparecerá y para aquel instante habremos presenciado
miles de sucesos que habrán hecho de nuestro viaje placentero o molestoso.
Por
tanto, decir que un año fue bueno o malo está relativamente mal dicho. El año,
los meses, los días, las horas, los segundos, en síntesis, el tiempo no fue
malo. Malo fueron las malas experiencias. Siguiendo la metáfora del medio de
transporte público, podríamos decir que el cobrador es aquel que permite
cuántas personas y quiénes son los que pueden entrar. Bajo ese supuesto,
nosotros somos los cobradores. El chofer vendría a ser esa entidad que dicta el
ritmo con el que se viajará hasta nuestro punto final. Yo, como católico, digo
que es Dios el que define en qué momento cesaré de existir; si ustedes no creen
en ello les dejo a su criterio sobre quién o qué es el chofer del tiempo.
Como
les mencioné hace casi tres meses, la vida está llena de eventos y situaciones
(según las definiciones de la narrativa audiovisual) en el que el primero
significa hechos ocasionados por las casualidades de la vida y el segundo
relacionados con los actos humanos. En el transporte público del tiempo, estos
dos tipos de sucesos son los pasajeros. Y como cobradores tenemos un cierto
control sobre la entrada y salida de estos. Los eventos son inevitables,
siempre subirán así se quiera o no porque tienen un asiento reservado. Las
cuestiones de la vida que ocurren porque sí son parte de lo habitual. No
podemos evitar que la vida interrumpa su orden natural. Sin embargo, las
situaciones podrían estar a nuestro alcance. Ya que estas dependen del acto
humano, nosotros como hombres podemos hacer algo al respecto. Podemos crear
situaciones o contrarrestarlas. No será sencillo, pero es posible.
Así,
me atrevo a decir que, salvo el tema de lo eventos, nosotros somos los
responsables de que un año nuevo sea mejor o peor. Nuestras acciones son
controlables, manipulables. El tiempo no decide si el año será bueno o no.
Somos nosotros quienes trabajamos u holgazaneamos para que los 365 días cuenten
con una cierta cantidad de situaciones agradables.
En
conclusión, les desearía un feliz año nuevo solo para reducir el números de
eventos negativos. Pero espero que el 2014 (y los siguientes años más) sirvan
de oportunidades para esforzare como personas y así ser mejores. Que este nuevo
año esté lleno de buenas experiencias.